Oraciones Unidas


¿Por qué orar por otros?

Dándonos cuenta de la necesidad de la oración, debería resultar sencillo darle un tiempo prioritario a esta en nuestra vida (quizá de hecho tú ya lo estés haciendo). Sin embargo, sería bueno analizar cómo es la oración de la mayoría de la gente y cuestionarte si la tuya no es así. Mucha gente se concreta a pedir y pedir cosas… Está bien pedirle cosas a Dios, a Él le gusta que confiemos en Él, en que es Todopoderoso y puede concedernos lo que sea y en que como nuestro Padre amoroso tiene compasión de nosotros. Sin embargo, quiere que lo veamos mucho más que como la solución a nuestros problemas. Así como nos creó y nos salvó con y por amor, tiene el deseo de ser correspondido en ese amor, y sólo podemos corresponderlo mediante el amor más desinteresado y universal que existe: el amor de amistad. Es decir, aceptando Su amistad y siendo sus amigos.

Imagina cómo se sentiría un amigo a quien sólo visitáramos cada que tuviéramos una amistad. Que llegáramos a su casa sin siquiera saludarlo, preguntarle cómo está, contarle nada sobre nuestra persona ni nada sino simplemente pidiéndole cosas, y que encima condicionáramos nuestra amistad mediante chantajes como “si no me das tal cosa, ya no vengo a visitarte”… Así hacemos con Dios muchas veces. Así que, cuando ores, recuerda hacer todo lo que harías con un amigo: primero saludarlo, decirle cómo estás, qué ha sido de ti, preguntarle cómo está y sólo después de eso, con una actitud humilde y confiada (no exigente), pedirle lo que necesites. Finalmente agradécele y despídete.

Una cosa más: analiza cómo le pides cosas a Dios. La mayoría de la gente pide cosas que contienen la palabra “mi” o el sujeto implícito “yo”: “Te pido por la salud de MI mamá”, “Te pido por que (yo) encuentre pronto un trabajo”, “Te pido por la conversión de MI esposo”, etc. Es válido, claro, pero si nos pidió “amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos”, ello implica “pedir por nuestro prójimo así como por nosotros mismos”. Porque pedir por otros es eso: un acto de amor. Y si son personas que no tengan nada que ver con nosotros, es un amor desinteresado, es decir, el más meritorio y libre de egoísmo que hay. Por eso es que hay que pedir por los demás, porque es grato a Dios y nos hace salirnos de nosotros mismos. Este tipo de oración se llama de intercesión.


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